Corrían los años 80 cuando el fútbol ingles entró en colapso por el hooliganismo acompañado por la incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. El balompie en las Islas era rudo y vibrante. No había balón raso, el cuero no conocía césped y competía, por el aire, entre saltos, codazos y pasión. Los aficionados se agavillaban en las vetustas gradas de estadios que habían sido construidos muchos de ellos tras la Segunda Guerra Mundial.
Un balompie que toco fondo tras la sanción recibida por los clubes ingleses después de la tragedia de Heysel. Inglaterra tenia un fútbol que necesitaba una remodelación. A todo ello se sumaron las tragedias de Hillsboroug o Bradford que coronaron la gran capa de verguenza a los creadores del deporte mas popular del planeta.
A partir de aquello solo quedaba cimentar este deporte a través de la pasión y fidelidad de sus aficionados con un fútbol moderno, global y vanguardista.
En ese proceso de modernización apareció un joven francés fichado por el Leeds en el año 1991. Elland Road fue testigo del nacimiento de una estrella y del hombre que empujaría a la competición inglesa hacia Europa.
En 1992 la nueva liga, denominada Premier League, el nuevo fútbol de estadios remodelados y la televisión daba sus primeros pasos. Mientras tanto, Cantona cambiaba de colores. Sus goles y regates en Leeds fueron efímeros, aunque gloriosos. Los ``Red Devils´´ al mando de Ferguson decidieron traer a Cantona y el resultado fue la consecución de su primera liga en 26 años. Los diablos rojos recuperaron el cetro en Inglaterra.
Su calidad, su espectáculo y sus formas traspasaron fronteras. La marca Premier League se globalizó gracias a Cantona, un francés que se convirtió en el rey de Inglaterra. Puro arte y calidad contra los húmedos campos ingleses.
El arte de Cantona puso el foco de nuevo en el fútbol ingles, que se modernizaba a cada gol y a cada jugada que inventaba el genio francés. Entre los buenos, el mejor
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