martes, 29 de abril de 2014

FÚTBOL QUE ALIVIA EL DOLOR

En el asentamiento de La Piste, el fútbol otorga a todo un aire de normalidad.
Equipos, diversión, competitividad, esfuerzo. Un retrato de lo más normal si uno piensa solo en la acción y se deshace del escenario. El contenido es el balón como medio de superación, de placer, de resuello.
El continente es un campamento en Port-au-Prince, Haiti, surgido tras el devastador terremoto de 2010. Entre sus habitantes se encuentran medio centenar de amputados que han logrado a través del esférico remitir las secuelas del desastre, de la falta de recursos, del cólera o de las amenazas del gobierno que reclama los terrenos.




La vida nunca es fácil para las personas con discapacidad y si el destino te sitúa en Haiti, el estado con la renta per cápita más baja del continente americano y uno de los países más pobres del mundo, el simple hecho de salir adelante se transforma en algo realmente excepcional. Si a eso se le suma el terremoto que, en enero de 2010, asoló Port-au-Prince- la capital del país que, junto a la República Dominicana, se reparte la isla de La Española en el mar Caribe-, el abandono se antoja como la única vía a tomar. Tras aquel devastador temblor, Port-au-Prince quedó destruida y casi 4.000 personas perdieron alguna extremidad al verse atrapadas bajo los escombros. Sin embargo, tanta destrucción y desesperanza han provocado un efecto contrario al esperado. La pasión se ha convertido en el recurso más poderoso para los haitianos más desfavorecidos. Pasión por seguir viviendo. Pasión por un balón y por un deporte que alivia tanto dolor acumulado.


Entre los jugadores no hay distinción. Poco importa que los miembros fueran amputados debido a las lesiones sufridas en el terremoto de 2010 o que la discapacidad fuese anterior. Entre los porteros tampoco, todos defienden con la mano que les queda. Y ni mucho menos entre los delanteros, ya que todos saben que está sancionado usar la muleta como pierna. Todos ellos juegan al fútbol en La Piste, uno de esos campamentos de Port-au- Prince donde por mucho tiempo que pase, el eco del terremoto no cesa de resonar. Más de un millón de desplazados terminaron en ciudades de carpas postapocalípticas, pero muchas de las personas sin hogar con discapacidades aterrizaron en la comunidad modelo de La Piste, un asentamiento de refugios alineados de madera contrachapada a lo largo de carriles de grava. Un oasis para las aproximadamente más de 500 personas que han sufrido alguna amputación.




Un refugio donde el fútbol es el mejor aislante, incluso ante las surrealistas intenciones del gobierno, que reclama el uso del terreno.



TEXTO DE RAMÓN ESPINOSA PARA PANENKA.

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