Estar ligado al Liverpool es estar ligado a un pasado bello. De calamidades y de muchas glorias, algunas irrepetibles como lo ocurrido en Estambul.
Es estar ligado a un conjunto que representa valores intangibles que se escapan al propio fútbol. Seguir al Liverpool es seguir una forma de vida. Es identificarse con una región que ha conseguido muchos títulos a lo largo de su historia, tanto nacionales como internacionales.
Todos hemos oído hablar de Anfield, de su intensa hinchada, de su sempiterno cántico o incluso algunos hayan visto en directo a la grada mas famosa de Liverpool, THE KOP.
Ocurrió en el estadio Olimpico ATTURK de Estambul. Fue el milagro de Estambul. Allí, sin profundizar mucho en el partido, el equipo débil y vencido se transformó en el más orgulloso de los equipos. El Liverpool ganó una final inolvidable, un partido que pasó a la leyenda del fútbol porque sucedió todo lo que no podía suceder.
Un Milan de estrellas. Un equipo italiano que era capaz de ganar un partido de mil formas diferentes. Con internacionales en todas sus posiciones, con el Balón de oro de aquel año y con jugadores que habían levantado Copas del Mundo. Eso era decir mucho, y para colmo, lo capitaneaba Maldini, una especie de hombre Champions. Levantar la Copa de Europa era algo casi familiar para el en aquellos años. La historia la recordais, primer minuto de partido y gol del Capitano que adelantaba al Milan.
El desenlace del partido fue todo a favor el conjunto italiano, gran favorito para alzarse con el máximo trofeo por equipos del viejo continente. pero ocurrió lo mágico, el realismo mágico del fútbol, y el Liverpool ganó el partido y por tanto la final.
Más allá del partido, que fue lo más maravilloso que nunca vi, hubo otra cosa que se me quedó grabado para siempre.
Era una especie de grito al unísono que entonaron los seguidores ingleses a la salida de vestuarios para comenzar la segunda parte. Recordemos que en ese tiempo del partido, el Liverpool lo tenía todo perdido.
Ayer, con la llegada de la Champions a Anfield, volví a recordar aquel partido. Cerré los ojos y pude ver la grada llena de Estambul, El You´ll never walk alone resonando en mi cerebro. Veía a un joven Xabi Alonso salir por el túnel de vestuarios cabizbajo. Un Hernán Crespo con los pantalones muy por encima de la cintura y un Gattuso aplaudiendo y queriendo decir al equipo que aún quedaban 45 minutos duros a pesar de lo logrado hasta el momento. La cara de Benítez era un poema.
Pero abrí los ojos y me encontré frente al televisor. Yo y la pantalla. La grada The Kop entonando el cántico mientras los jóvenes que portan el balón de Champions lo ondeaban en el círculo central con rabia y disfrutando del momento.Era Anfield, era la Champions League. Era el Liverpool y era Gerrard, el jugador que se hizo eterno en Estambul. Tras años de penurias y alejado de su trono, el conjunto volvía a su sitio. La atmósfera era fantástica y única.
Era reencontrarme con el pasado. Era volver a reencontrarme con la vieja partitura creada en los años 50 para un musical de Broadway. La misma partitura que unos años más tarde iba a ser adaptada por un grupo de pop británico llamado ''Gerry and the Pacemakers''.
Un cántico que se hizo famoso en los 60. Tiempo atrás, en los campos de fútbol solo se hacia ruido y no se cantaba nada, pero un día decidieron poner antes de cada partido del Liverpool, la lista del 10 al 1 de éxitos del país, y allí, sonó por primera vez el ''nunca caminaras solo''.
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